Los bosques de pino negro (Pinus uncinata) producen más setas que otros situados en cotas inferiores, como los de pino rojo. Con un número de especies similar, presentan uno de los valores de productividad y riqueza fúngica más altos de la cuenca mediterránea. Además, tienen picos de producción a finales de verano, un mes antes de lo habitual en otros hábitats, si cuentan con temperaturas suaves y lluvias. Así lo revela un estudio liderado por el doctorando de la Universitat de Lleida (UdL) Ángel Ponce, publicado en la revista científica Forest Ecology and Management. En la investigación han participado investigadores del Centro de Cientia y Tecnología Forestal de Catalunya (CTFC) y la Unidad mixta de investigación CTFC-Agrotecnio-CERCA.
El trabajo tenía por objetivo analizar la fructificación de los hongos en un “ecosistema arbolado de alta importancia”, ya que los bosques de pino negro solo se encuentran en zonas concretas del suroeste de Europa, en la parte más alta de las montañas, formando la última línea de árboles. El equipo investigador los considera “áreas ecológicamente valiosas”. La subida de temperaturas a escala global que comporta el cambio climático podría afectar a estos hábitats y causar su regresión.
El equipo ha recogido datos durante 5 años, entre 2015 y 2019, para describir los cambios interanuales en la productividad, la diversidad y la composición de la comunidad de hongos. Han detectado un total de 255 especies, 17 de las cuales pertenecen a la Lista Roja de especies amenazadas. Una de ellas, la Entoloma porphyrophaeum, está considerada como vulnerable. Los datos indican que la productividad media anual es de 21,60 kilos por hectárea y año en peso en seco. Las familias dominantes son las ectomicorrizas, que establecen una relación simbiótica con las raíces de los árboles y mejoran su tolencia a la sequía, como Russulaceae y Tricholomataceae.
Las conclusiones del estudio señalan que la productividad y la riqueza de las ectomicorrizas, como el Boletus edulis (una de las más apreciadas por su sabor y textura), son más altas a finales del verano, desde mediados de agosto hasta finales de septiembre. Las especies saprófitas, como la gírgola, presentan más variedad de especies a mitad de otoño, desde principios de octubre hasta finales de noviembre.
“Es muy importante hacer este tipo de estudios de muestreo de hongos, que idealmente se tendrían que complementar con los de micelios para conocer qué está pasando encima y debajo de la tierra y entender así la importancia de las variables meteorológicas en la producción y riqueza de especies”, destaca Ponce. Los autores también consideran necesario cooperar con otros países del Mediterráneo para tener datos sobre las comunidades de hongos a gran nivel y poder hacer un seguimiento a lo largo del tiempo.
Texto: Comunicación CTFC / Prensa UdL / Comunicación Agrotecnio
Imagen: Boletus edulis / Juan Martínez de Aragón (CTFC)